Fuente: Javirroyo.
“No hay tantos machistas ni somos todos machistas”. (Pablo
Carbonell, 21/04/2023).
Con aliados así quién quiere más enemigos. Y encima de
izquierdas. Parece ignorar que el privilegio es el punto ciego de quienes salen
beneficiados de él. Un mínimo de autocrítica no vendría mal en estos casos. En
el colmo de la soberbia y el cinismo se enorgullecía de su ser feminista porque
sus numerosas conquistas sexuales femeninas así se lo habían ratificado después. ¡Toma modestia, moreno!
Por otro lado, ¿quién ha dicho que el feminismo sea
etiquetar a todos los hombres por igual?, hay que desconocer mucho el
movimiento feminista para no reconocer la radical autocrítica entre las mujeres
feministas sobre su histórica connivencia con la opresión machista. Porque el
machismo más que una etiqueta es un ambiente, un clima, un contexto que se
respira como el aire, aunque no quieras, tóxico, por supuesto, pero respirado
hasta sus últimas consecuencias. Al menos hay escafandras conceptuales y simbólicas
para dejar de respirar la putrefacción machista. Quejarse de persecución es
negarse a usarlas.
Nadie que viaje al espacio exterior irá sin su traje
espacial quejándose de paranoia terrícola por ir con las medidas de seguridad
necesarias para sobrevivir. Hoy en día la salvación de media humanidad pasa por
el feminismo, por el combate sin tregua contra todas las formas de violencia
machista, caiga quien caiga y le guste o no a la fratría de machos alfa.
Nadie que vaya a apagar un fuego se quejará de ser
perseguido por las llamas y asfixiado por el humo si se niega a ponerse el
material ignífugo y la máscara de oxígeno. El machismo quema, corroe, es
inflamable, no se puede tocar alegremente.
¿Dónde están aquí los liberales cuando se habla de ampliar la libertad de las mujeres? ¿Solo defienden la libertad que les conviene a su negocio con el cuerpo de las mujeres?
Yo miro a mi alrededor y comprendo que lo varones no vean su
privilegio por ser hombres, es una realidad asumida que se da por descontada,
de algún modo es el caldo de cultivo en el que se han socializado y en el que
han encontrado los ejes de aceptación e integración social entre sus iguales.
Pero hay que deconstruir eso, aunque duela. Es obvio, duele romper la imagen
que se han construido desde la infancia y durante años, reforzada por semejantes
y referentes afectivos masculinos y femeninos. ¿Por qué ese viaje de crecimiento
interior es menos importante o necesario que otras opciones espirituales de
desarrollo personal?
Tantos creyentes de tantas religiones y ninguno es capaz de
liderar un proceso de transformación personal y colectiva que integre a la
mitad de la población como sujeto de derecho y afectos en igualdad de
condiciones, ni más ni menos. De qué les sirve la fe si no es para darse cuenta
de esto, para confiar en este grito desgarrador de media humanidad, expuesta a
las peores denigraciones y violencias.
Porque seamos sinceros, la base moral del machismo y el odio
misógino sigue siendo la religión, aunque quizá no exista esa intención
original en los textos religiosos, poco importa tal caso (porque si existe no
merecen respeto, y si no existe pues entonces a qué jugamos). Hay que volverse
descreídos de tales creencias. No es posible seguir sosteniendo los fantasmas
del machismo. Los fantasmas no existen, aunque haya carniceros dispuestos a
darles carnaza.
Me abochorna como tío comprobar que si fuera una tía tendría
miedo de ir sola por la calle de noche o por la ropa que me pongo. Tendría
miedo de ser golpeada y apartada de mi familia por no llevar el pañuelo en la
cabeza. Tendría miedo de hacer gala de mis conquistas por ser repudiada o
insultada en mi círculo cercano. Tendría sospechas de quienes alaban mi
libertad sexual para que grabe un vídeo porno. Tendría dudas de si seguir con
mi carrera profesional o dedicarme al cuidado de la familia y los niños. Me
abochornaría la dependencia económica obligatoria de un marido al que tendría
que defender a capa y espada por todo lo que me juego si me deja o lo dejo.
Me daría vergüenza y depresión llegar a la vejez sin ningún
derecho a una pensión digna, por mucho que hubiera trabajado en el hogar propio
y/o ajeno. Me daría vergüenza destinar mi tiempo y esfuerzo a una camada de
misóginos alrededor del altar que no reconocen que fueron paridos de otro
altar.
Machos alfa del mundo, rendíos. No tenéis nada más que
perder que las cadenas, nada más que soltar que las cadenas. La tortura infinita
a la que habéis sometido a las mujeres no será impune, pero aun así saldréis
ganando. Un mundo de iguales donde florecerá la vida, esa vida que tanto anheláis,
copartícipes del nacimiento más que de la muerte.