UNA CURA DE HUMILDAD
Quien medita sobre su suerte de nacer varón
ningún privilegio menosprecia
mucho menos el servicio divino de la comunión
que a toda mujer se le desprecia.
Pues no hay nada que más descoloque
y que lleve a un clérigo
y a un alcornoque clerical
a más útil desengaño
que el ardiente vértigo
de una que se sofoque igual
en el altar y sus aledaños
y que al mismo Misterio invoque.
Pues no hay nada menos "carmelista"
aunque mana a borbotones
que un fiel predicador machista.
Que tanta litúrgica severidad
se sana con evangélicos sermones
de una taumatúrgica cura de humildad.
Ora pues sin más fervientes apaños
por los presbíteros y presbíteras,
por los doctores y las doctoras,
por los diáconos y las diaconisas,
ora ya sin más calientes paños.
Sí, me indigna,
pues no nacer varón
no la vuelve a una más necia,
ni en esencia ni en Venecia,
ni menos digna
de oficiar la Celebración.
Que si somos capaces de dar a luz
a tantos santos varones
¿por qué se parecen más a una avestruz?
Nuestras almas hechas jirones
soportarán también esta cruz.
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