Para los de abajo, el
desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. Para los de arriba, el
desconocimiento de la ley les exime de cumplirla cuando han sido partícipes a
título lucrativo. Moraleja: …
Para los de abajo rige la
incompatibilidad en la percepción de ingresos, especialmente cuanto más baja es
su cuantía. Para los de arriba rige la ley de ingresos complementarios,
especialmente cuanto más altos son sus emolumentos. Para los de abajo rige el
papel mojado de la carta de los derechos humanos. Para los de arriba rige el
blindaje del derecho sobre acciones bursátiles y pensiones vitalicias.
Moraleja: …
Para los de abajo rige un
principio contundente: el desconocimiento de la ley no exime de su
cumplimiento. El que la incumple ha de pagar y además debe tomar la iniciativa
de su defensa. Sin embargo, para los de arriba rige otro principio bien
distinto: la participación a título lucrativo, lo que exime de culpa y aquilata
la impunidad. Un privilegio concedido por la judicatura a ignorantes con
títulos universitarios. Moraleja: …
Para los de abajo, pobres
ignorantes, el desconocimiento de la ley los convierte en carnaza delincuente.
Para los de arriba, altamente instruidos, el desconocimiento de la ley los
transforma en atontados partícipes a título lucrativo.
Para los de abajo rige una ley de
incompatibilidad clarísima: es incompatible la percepción de dos fuentes de
ingresos, siempre que al menos una de ellas sea de carácter público. El que la
incumple incurre en fraude y se le exige la devolución, con intereses de
demora, de las cantidades ilegalmente recibidas. Sin embargo, para los de
arriba rige otro principio bien distinto, la ley de ingresos complementarios:
además de su salario, que suele ser varias veces el salario mínimo, también
pueden tener múltiples fuentes de ingresos, preferiblemente públicas, a los que
se denomina como ‘complementos’. Tales complementos suelen representar, como poco,
más de la mitad del salario principal, y no son reembolsables.
Para los de abajo no rige ni el
secreto de confesión. Para los de arriba es sagrado su derecho al secreto
bancario. Para los de abajo sus derechos básicos son condicionados. Para los de
arriba sus derechos superfluos son inquebrantables. Para los de abajo rige el
deber (obligatorio) del trabajo. Para los de arriba rige el derecho (voluntario)
de crear empleo. Moraleja: …
Para los de abajo rige la ley del
paro estructural, la ley del palo y la zanahoria, la ley de la puerta cerrada.
Para los de arriba rige la ley de las puertas giratorias. Moraleja: …
Para los de abajo rige el derecho
de endeudamiento. Para los de arriba rige el deber de crear deuda. Para los de
abajo rige el deber de pagar la deuda. Para los de arriba rige el derecho de
cobrar la deuda. Moraleja: …
Para los de abajo rige la moral
de ‘haz el bien y no mires a quién’. Para los de arriba rige la moral de
‘agarra la plusvalía y no la sueltes ni aunque se te aparezca la Virgen María’.
Moraleja: …
Para los de abajo, pobres
ignorantes, el desconocimiento de la ley los convierte en carnaza delincuente.
Para los de arriba, altamente instruidos, el desconocimiento de la ley los transforma
en atontados partícipes a título lucrativo.
Como en una misa pagana, el
sacrificio del dios dinero convierte la explotación y el papel-moneda en sangre
y cuerpo de la Pobreza. Aleluya, aleluya. Cantemos a coro el misterio de la Paganísima
Trinidad: Afán de lucro, Pobreza y Espíritu Emprendedor. Aleluya, aleluya.
Moraleja: Lúcrate o púdrete.
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