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miércoles, 3 de octubre de 2012

El cortijo universitario de los caciques españoles

Una enorme desfachatez moral cruza hasta los tuétanos de las filas universitarias españolas, alineadas de facto con la derecha más extremista y antisocial, heredera del despotismo ilustrado. Bajo sus formas suaves y elegantes los caciques asoman los colmillos e intentan amedrentar con sus cacicadas, como si la universidad fuera su cortijo.

Sí, esas personas que valiéndose de su influencia o dinero intervienen de forma abusiva en la política o administración universitaria, personas autoritarias y déspotas con puestos de mando y gestión en los múltiples departamentos y centros universitarios públicos que existen por doquier.
La desvergüenza de tales caciques llega a límites insospechados. Y su nula conciencia ética es descomunal. Y es inevitable hacerse preguntas. La conducta más reprobable de la cual les gusta hacer gala es el enchufismo de sus familiares y amigos, especialmente si sus protegidos son unos vagos e ineptos. No tienen rubor alguno en inflarles el currículum. Ignoran la ética más elemental.

“Quien tiene padrino se bautiza”, dice la sabiduría popular. También dice la sabiduría popular que “se cree el ladrón que son todos de su condición”, y así, los caciques suelen llamar a consultas a sus “súbditos” para pedirles explicaciones por supuestas faltas de ética, ésas con las que ellos se desayunan a diario y se llenan “legalmente” los bolsillos.
Estos caciques que tratan a la universidad pública como si fuera su cortijo son los que desprestigian la imagen de la institución. Tratan como a jornaleros a los profesores que por propios méritos han logrado cumplir los requisitos que establecen los baremos oficiales, esos mismos baremos que ellos ansiosamente desean saltarse a la torera para enchufar a los suyos. Eso sí, a estos caciques no les tiembla el pulso a la hora de ningunear a quienes no son de su familia o a quienes no le bailan el agua.

Estos caciques son los que toman medidas coactivas cuando se aproxima una huelga, los que persiguen con medidas extraordinarias a los huelguistas. Son los que soterradamente exigen honores, agradecimiento y devolución de favores.
Curiosamente estos caciques son los que –escarbando un poco- tienen currículos prácticamente yermos en investigación, prácticamente enfermos en calidad docente, y sin embargo, están en todos los contubernios para dirigir, gestionar y evaluar a otros. Estos caciques en su mayoría no han alcanzado ni la mínima parte de los requisitos que hoy legalmente se exigen a cualquiera de los jóvenes aspirantes a PDI.

Estos caciques representan a la perfección esa España profunda que huye del progreso, que añora mejores tiempos fascistas pasados, que poseen títulos académicos para así manipular mejor la verdad y maquillar sus cuentas bancarias. Que creen que la universidad pública está para perpetuar la estirpe de su clase social burguesa y terrateniente. Enemigos de la democracia, de la libertad de expresión y de la transparencia presupuestaria. Amigos del “ordeno y mando”, de las buenas prácticas mafiosas, de las amenazas veladas, de la “cultura de la corrupción”, del clientelismo, el enchufismo, el corporativismo y la endogamia.
Frente a los recortes en educación, la universidad de provincias necesita también un rescate moral y urgente. Resulta ridículo ver la proliferación de estudios y oficinas de Responsabilidad Social Universitaria cuando ni siquiera se audita y supervisa el cumplimiento del código deontológico que debe regir la conducta de los equipos directivos y cargos de responsabilidad unipersonal. ¿Cuándo se van a vincular las reducciones de sueldo con las negligencias directivas y los abusos de poder? ¿Para cuándo la evaluación continua y sistematizada de la capacidad y calidad del desempeño de actividades directivas y de gestión?

La influencia negativa de los caciques en la universidad es brutal. Así, por ejemplo, la figura del Defensor Universitario –cuya misión es velar por los derechos y libertades de todos los miembros de la comunidad universitaria- no se oficializó hasta la Ley Orgánica de Universidades de 2001, aunque ya había algunas universidades que lo habían adoptado mucho antes (no sabemos en cuántos casos simplemente como florero).
Estos caciques no se van ni untándolos con prejubilaciones de oro. Vergüenza ajena dan. Afortunadamente, hoy los bandoleros que denuncian estas cacicadas no tienen que esconderse... ¿o sí?

REFLEXIÓN RECOMENDADA: SILUETA DEL CACIQUE UNIVERSITARIO

2 comentarios:

Sur dijo...

Caballero,sigo leyéndole.Aunque haga mucho tiempo que no escriba o publique.
Un afectuoso saludo.

Blas Femen dijo...

Gracias, me alegra tu cercanía. Aquí andamos, contemplando la vida, intentando vislumbrar el camino hacia una sociedad sin clases sociales, sin explotación. Te recomiendo una película que descubrí hace poco: "El planeta libre". Saludos.