Una enorme desfachatez moral
cruza hasta los tuétanos de las filas universitarias españolas, alineadas de
facto con la derecha más extremista y antisocial, heredera del despotismo
ilustrado. Bajo sus formas suaves y elegantes los caciques asoman los colmillos
e intentan amedrentar con sus cacicadas, como si la universidad fuera su
cortijo.
Sí, esas personas que
valiéndose de su influencia o dinero intervienen de forma abusiva en la
política o administración universitaria, personas autoritarias y déspotas con
puestos de mando y gestión en los múltiples departamentos y centros
universitarios públicos que existen por doquier.
La desvergüenza de tales
caciques llega a límites insospechados. Y su nula conciencia ética es
descomunal. Y es inevitable hacerse preguntas. La conducta más reprobable de la
cual les gusta hacer gala es el enchufismo de sus familiares y amigos,
especialmente si sus protegidos son unos vagos e ineptos. No tienen rubor
alguno en inflarles el currículum. Ignoran la ética más elemental.
“Quien tiene padrino se
bautiza”, dice la sabiduría popular. También dice la sabiduría popular que “se
cree el ladrón que son todos de su condición”, y así, los caciques suelen
llamar a consultas a sus “súbditos” para pedirles explicaciones por supuestas
faltas de ética, ésas con las que ellos se desayunan a diario y se llenan
“legalmente” los bolsillos.
Estos caciques que tratan a
la universidad pública como si fuera su cortijo son los que desprestigian la
imagen de la institución. Tratan como a jornaleros a los profesores que por
propios méritos han logrado cumplir los requisitos que establecen los baremos
oficiales, esos mismos baremos que ellos ansiosamente desean saltarse a la
torera para enchufar a los suyos. Eso sí, a estos caciques no les tiembla el
pulso a la hora de ningunear a quienes no son de su familia o a quienes no le
bailan el agua.
Estos caciques son los que
toman medidas coactivas cuando se aproxima una huelga, los que persiguen con
medidas extraordinarias a los huelguistas. Son los que soterradamente exigen
honores, agradecimiento y devolución de favores.
Curiosamente estos caciques son
los que –escarbando un poco- tienen currículos prácticamente yermos en
investigación, prácticamente enfermos en calidad docente, y sin embargo, están
en todos los contubernios para dirigir, gestionar y evaluar a otros. Estos
caciques en su mayoría no han alcanzado ni la mínima parte de los requisitos
que hoy legalmente se exigen a cualquiera de los jóvenes aspirantes a PDI.
Estos caciques representan a
la perfección esa España profunda que huye del progreso, que añora mejores
tiempos fascistas pasados, que poseen títulos académicos para así manipular
mejor la verdad y maquillar sus cuentas bancarias. Que creen que la universidad
pública está para perpetuar la estirpe de su clase social burguesa y
terrateniente. Enemigos de la democracia, de la libertad de expresión y de la
transparencia presupuestaria. Amigos del “ordeno y mando”, de las buenas
prácticas mafiosas, de las amenazas veladas, de la “cultura de la corrupción”,
del clientelismo, el enchufismo, el corporativismo y la endogamia.
Frente a los recortes en
educación, la universidad de provincias necesita también un rescate moral y
urgente. Resulta ridículo ver la proliferación de estudios y oficinas de
Responsabilidad Social Universitaria cuando ni siquiera se audita y supervisa
el cumplimiento del código deontológico que debe regir la conducta de los equipos directivos y
cargos de responsabilidad unipersonal. ¿Cuándo se van a vincular las
reducciones de sueldo con las negligencias directivas y los abusos de poder?
¿Para cuándo la evaluación continua y sistematizada de la capacidad y calidad
del desempeño de actividades directivas y de gestión?
La influencia negativa de
los caciques en la universidad es brutal. Así, por ejemplo, la figura del
Defensor Universitario –cuya misión es velar por los derechos y libertades de
todos los miembros de la comunidad universitaria- no se oficializó hasta la Ley
Orgánica de Universidades de 2001, aunque ya había algunas universidades que lo
habían adoptado mucho antes (no sabemos en cuántos casos simplemente como florero).
Estos caciques no se van ni
untándolos con prejubilaciones de oro. Vergüenza ajena dan. Afortunadamente,
hoy los bandoleros que denuncian estas cacicadas no tienen que esconderse... ¿o
sí?
REFLEXIÓN RECOMENDADA: SILUETA DEL CACIQUE UNIVERSITARIO
REFLEXIÓN RECOMENDADA: SILUETA DEL CACIQUE UNIVERSITARIO
2 comentarios:
Caballero,sigo leyéndole.Aunque haga mucho tiempo que no escriba o publique.
Un afectuoso saludo.
Gracias, me alegra tu cercanía. Aquí andamos, contemplando la vida, intentando vislumbrar el camino hacia una sociedad sin clases sociales, sin explotación. Te recomiendo una película que descubrí hace poco: "El planeta libre". Saludos.
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