Sólo una sociedad enferma, sólo una sociedad agresiva, sólo una sociedad enferma de violencia sería capaz de tachar de loco al cuerdo, de criminalizar a los pobres que ella misma genera, de criminalizar a los disidentes so pretexto de preservar la seguridad. Sólo una sociedad violenta.
Sólo una sociedad violenta defiende la libertad de expresión para justificar sus propios actos de violencia, a la vez que la niega a aquellos que cuestionan y critican abierta y pacíficamente estos atropellos y tropelías intolerables en una sociedad democrática.
Sólo una sociedad violenta puede ser escuela de violencia. Incluso quien educa sobre la paz con medios violentos estará engendrando hijos de la barbarie. Máxime si se educa en la violencia con medios pacíficos. Hay, por tanto, diversos modos y formas de enseñar la violencia. Hay, por tanto, diversos paradigmas y modelos de violencia.
Según los contenidos y los medios (y el nivel de institucionalización y asociación de los violentos –generalmente este nivel es inversamente proporcional a su impacto mediático-) podemos definir dos grandes esquemas de violencia:
- El modelo de la violencia coactiva basado en la enseñanza de la paz con medios violentos.
a) Bajo nivel de institucionalización y asociación de los violentos: En este modelo se encuadran todos los cuadros clínicos de patologías relacionadas con la represión sexual y moral, y las creencias religiosas asociadas al miedo y al castigo.
b) Alto nivel de institucionalización y asociación de los violentos: Además de los ejércitos y todas las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, se encuentra el propio sistema educativo que selecciona el rol que desempeñarán los ciudadanos violentos del mañana: la mayoría, los menos aptos, serán “verdugos”, serán los que ejecuten las sentencias de violencia de una minoría de élite situada en cargos de responsabilidad institucionalizada (serán los “ideólogos” o “jueces” de estructurar la agresión sistemática).
- El modelo de la violencia proactiva basado en la enseñanza de la violencia con medios pacíficos.
a) Bajo nivel de institucionalización y asociación de los violentos: En este enfoque se ubican todos los asesinatos provocados generalmente por adolescentes adictos a videojuegos de guerra y violencia en general, jugadores de rol, y niños expuestos a muchas horas de televisión e impactos publicitarios, etc. Estos rasgos, además, se intensifican por la percepción real o ficticia de la sensación de exclusión social que sufre el joven en su entorno afectivo más cercano y habitual.
b) Alto nivel de institucionalización y asociación de los violentos: Fundamentalmente la banca, el sistema financiero y las empresas con toda su artillería económica y publicitaria, incluidos los partidos políticos y sus almacenes de dinamita (corrupción, fraudes, enchufismos, favoritismos, y otras armas de calibre similar).
Naturalmente, el modelo de violencia por antonomasia es el que educa en la violencia con medios violentos, que quizá a algunos les parezca premedieval, pero sin duda sigue siendo de plena actualidad, lo curioso es que se reproduce con las mismas ideas y argumentos premedievales, aunque suene extraño. La cultura del macho mantiene intacta e inquebrantable esta arquitectura de la violencia, sostenida tanto por hombres como por mujeres. Los y las feministas tienen un grave problema en su reivindicación de la igualdad. Y es el (duro, pero necesario) reconocimiento e inclusión igualitaria tanto de hombres como de mujeres, en un doble sentido: de mujeres colaboradoras y copartícipes de la violencia machista y de hombres colaboradores y copartícipes en las asociaciones feministas de mujeres. Lo mismo que un blanco puede reclamar y sentir la negritud en su ser persona. Igual un hombre puede reclamar y sentir el feminismo en su ser persona. Igual una mujer puede reclamar y sentir el varonismo en su ser persona. Así, todos de acuerdo en rechazar por violento el machismo y el hembrismo. Y todos de acuerdo en luchar a favor de una sociedad más igualitaria desde las claves del humanismo (síntesis del feminismo/varonismo).
El análisis feminista de la sociedad es necesario. El análisis varonista de la sociedad es necesario. Pero ambos, mirando hacia el mismo objetivo, el humanismo, porque ambas filosofías se derivan de un mismo tronco de ideas.
El problema es que modelos de violencia hay muchos, lo parece, al menos, pero modelos de paz sólo hay uno: el que educa en la paz con medios pacíficos. Es difícil sustraerse al influjo de la violencia, máxime cuando está inserta en las entrañas de la especie, que como tal compite con otros animales por la supervivencia. Y esto, la supervivencia, sigue siendo un argumento inviolable para ser violento. Sí, puede que sea sólo un momento puntual de violencia, pero su sombra es un torrente que te atrapa y te ahoga indefectiblemente. ¿Cómo caminar sobre las aguas de la violencia? Parece un milagro.
En una sociedad enferma y violenta, machista, las mujeres están adiestradas para excluir al varonista y justificar al macho. Los estudiantes están adiestrados para excluir al educador y venerar (con admiración u odio) al maestro. Los profesores están adiestrados para suspender a los estudiantes y aprobar la ignorancia. Los pobres están adiestrados para delinquir y acabar en la cárcel y reincidir. Los políticos están adiestrados para legislar contra los pobres y a favor de los ricos. Los militares y los policías están adiestrados para golpear a los civiles y proteger a los políticos.
En una sociedad violenta hay ideólogos y verdugos de la violencia, y víctimas. En una sociedad violenta las víctimas acaban enviolentándose, reclamando venganza so pretexto de justicia, reclamando pena de muerte so pretexto de justicia, reclamando cadena perpetua so pretexto de justicia.
En una sociedad violenta la paz es revolucionaria.
En una sociedad violenta el mercado es la institución más poderosa, porque es la encarnación de la ausencia de intimidad en las relaciones humanas. En una sociedad violenta las relaciones frecuentes son mercantiles. Los compañeros de trabajo, los asistentes a un curso profesional, los eventos deportivos de competición, las celebraciones litúrgicas frías y sin calor humano. Todo es mercantil, y la relación genuinamente íntima, afectiva, afectuosa, amable desaparece y se esconde en el ámbito familiar, de pareja, de amigos, y aún en esos espacios la incondicionalidad del amor se resquebraja y se tuerce mercantil (el precio es la libertad de expresión, ¿por qué?, porque la sociedad violenta nos ha enseñado para qué sirve la libertad de expresión, nos ha enseñado a manipularla y a agredir con ella). Los protocolos (mercantiles) para lo íntimo son claros: si haces y dices lo que yo quiero, entonces te quiero y convivo contigo.
En una sociedad violenta la gente se apresura a responder activamente con agresividad, y pasivamente negando la ternura y lo íntimo.
Sólo una sociedad violenta defiende la libertad de expresión para justificar sus propios actos de violencia, a la vez que la niega a aquellos que cuestionan y critican abierta y pacíficamente estos atropellos y tropelías intolerables en una sociedad democrática.
Sólo una sociedad violenta puede ser escuela de violencia. Incluso quien educa sobre la paz con medios violentos estará engendrando hijos de la barbarie. Máxime si se educa en la violencia con medios pacíficos. Hay, por tanto, diversos modos y formas de enseñar la violencia. Hay, por tanto, diversos paradigmas y modelos de violencia.
Según los contenidos y los medios (y el nivel de institucionalización y asociación de los violentos –generalmente este nivel es inversamente proporcional a su impacto mediático-) podemos definir dos grandes esquemas de violencia:
- El modelo de la violencia coactiva basado en la enseñanza de la paz con medios violentos.
a) Bajo nivel de institucionalización y asociación de los violentos: En este modelo se encuadran todos los cuadros clínicos de patologías relacionadas con la represión sexual y moral, y las creencias religiosas asociadas al miedo y al castigo.
b) Alto nivel de institucionalización y asociación de los violentos: Además de los ejércitos y todas las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, se encuentra el propio sistema educativo que selecciona el rol que desempeñarán los ciudadanos violentos del mañana: la mayoría, los menos aptos, serán “verdugos”, serán los que ejecuten las sentencias de violencia de una minoría de élite situada en cargos de responsabilidad institucionalizada (serán los “ideólogos” o “jueces” de estructurar la agresión sistemática).
- El modelo de la violencia proactiva basado en la enseñanza de la violencia con medios pacíficos.
a) Bajo nivel de institucionalización y asociación de los violentos: En este enfoque se ubican todos los asesinatos provocados generalmente por adolescentes adictos a videojuegos de guerra y violencia en general, jugadores de rol, y niños expuestos a muchas horas de televisión e impactos publicitarios, etc. Estos rasgos, además, se intensifican por la percepción real o ficticia de la sensación de exclusión social que sufre el joven en su entorno afectivo más cercano y habitual.
b) Alto nivel de institucionalización y asociación de los violentos: Fundamentalmente la banca, el sistema financiero y las empresas con toda su artillería económica y publicitaria, incluidos los partidos políticos y sus almacenes de dinamita (corrupción, fraudes, enchufismos, favoritismos, y otras armas de calibre similar).
Naturalmente, el modelo de violencia por antonomasia es el que educa en la violencia con medios violentos, que quizá a algunos les parezca premedieval, pero sin duda sigue siendo de plena actualidad, lo curioso es que se reproduce con las mismas ideas y argumentos premedievales, aunque suene extraño. La cultura del macho mantiene intacta e inquebrantable esta arquitectura de la violencia, sostenida tanto por hombres como por mujeres. Los y las feministas tienen un grave problema en su reivindicación de la igualdad. Y es el (duro, pero necesario) reconocimiento e inclusión igualitaria tanto de hombres como de mujeres, en un doble sentido: de mujeres colaboradoras y copartícipes de la violencia machista y de hombres colaboradores y copartícipes en las asociaciones feministas de mujeres. Lo mismo que un blanco puede reclamar y sentir la negritud en su ser persona. Igual un hombre puede reclamar y sentir el feminismo en su ser persona. Igual una mujer puede reclamar y sentir el varonismo en su ser persona. Así, todos de acuerdo en rechazar por violento el machismo y el hembrismo. Y todos de acuerdo en luchar a favor de una sociedad más igualitaria desde las claves del humanismo (síntesis del feminismo/varonismo).
El análisis feminista de la sociedad es necesario. El análisis varonista de la sociedad es necesario. Pero ambos, mirando hacia el mismo objetivo, el humanismo, porque ambas filosofías se derivan de un mismo tronco de ideas.
El problema es que modelos de violencia hay muchos, lo parece, al menos, pero modelos de paz sólo hay uno: el que educa en la paz con medios pacíficos. Es difícil sustraerse al influjo de la violencia, máxime cuando está inserta en las entrañas de la especie, que como tal compite con otros animales por la supervivencia. Y esto, la supervivencia, sigue siendo un argumento inviolable para ser violento. Sí, puede que sea sólo un momento puntual de violencia, pero su sombra es un torrente que te atrapa y te ahoga indefectiblemente. ¿Cómo caminar sobre las aguas de la violencia? Parece un milagro.
En una sociedad enferma y violenta, machista, las mujeres están adiestradas para excluir al varonista y justificar al macho. Los estudiantes están adiestrados para excluir al educador y venerar (con admiración u odio) al maestro. Los profesores están adiestrados para suspender a los estudiantes y aprobar la ignorancia. Los pobres están adiestrados para delinquir y acabar en la cárcel y reincidir. Los políticos están adiestrados para legislar contra los pobres y a favor de los ricos. Los militares y los policías están adiestrados para golpear a los civiles y proteger a los políticos.
En una sociedad violenta hay ideólogos y verdugos de la violencia, y víctimas. En una sociedad violenta las víctimas acaban enviolentándose, reclamando venganza so pretexto de justicia, reclamando pena de muerte so pretexto de justicia, reclamando cadena perpetua so pretexto de justicia.
En una sociedad violenta la paz es revolucionaria.
En una sociedad violenta el mercado es la institución más poderosa, porque es la encarnación de la ausencia de intimidad en las relaciones humanas. En una sociedad violenta las relaciones frecuentes son mercantiles. Los compañeros de trabajo, los asistentes a un curso profesional, los eventos deportivos de competición, las celebraciones litúrgicas frías y sin calor humano. Todo es mercantil, y la relación genuinamente íntima, afectiva, afectuosa, amable desaparece y se esconde en el ámbito familiar, de pareja, de amigos, y aún en esos espacios la incondicionalidad del amor se resquebraja y se tuerce mercantil (el precio es la libertad de expresión, ¿por qué?, porque la sociedad violenta nos ha enseñado para qué sirve la libertad de expresión, nos ha enseñado a manipularla y a agredir con ella). Los protocolos (mercantiles) para lo íntimo son claros: si haces y dices lo que yo quiero, entonces te quiero y convivo contigo.
En una sociedad violenta la gente se apresura a responder activamente con agresividad, y pasivamente negando la ternura y lo íntimo.
2 comentarios:
Así es, esto es una puta sociedad enferma.
No sé si culpa de los legisladores, de los educadores o es la misma naturaleza humana pero con esos últimos párrafos de tu post estoy absolutamente de acuerdo. Las relaciones son puramente mercantilistas. Y ya sabemos cuales son las consecuencias. Lo peor de todo es que no somos inmunes a la contaminación y flaqueamos. Y si no lo hacemos, tenemos la sensación de que somos unos marginados.
Un saludo
A pesar de todo, quiero creer que hay espacio para pintarse la cara de color esperanza (como dice la canción), jejeje...
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