La caravana avanza por eso los perros ladran.
Para mí este refrán me sugiere la fructífera labor canina de los mass media. Está claro que si las circunstancias fueran realmente críticas allí no habría "periodistas de tertulia". Hay guerras todos los días y muertos de hambre todos los días, y sin embargo, todos los días anuncian glamour, lujo, banalidades mil y publicidad y publicidad y publicidad y publicidad, ¡farsantes! Con sus falsas noticias y su ladrido incesante cuando corretean alrededor del fútbol demuestran que la caravana de hacer dinero está en marcha.
El que espía escucha lo que le desagrada.
Montones de falsos líderes fiscalizan la tarea de sus acólitos derrochando imaginación en su persecución surrealista, de manera que no tardan en darse de bruces contra su propia miseria. Por eso los políticos no espían, mandan a otro para que recicle la basura que andan buscando.
Al perro que tiene dinero se le llama señor perro.
Tanta verdad encierran estas palabras que parece oxígeno líquido. El círculo de la creación se cierra si terminamos la segunda parte del refrán: "El dinero emperruna al señor más señor".
Un corazón tranquilo es mejor que una bolsa llena de oro.
Sabiduría ancestral, de abuelos campesinos. Sin embargo nos venden este eslogan: "Con dinero se compra hasta la tranquilidad del corazón". Mentira. Pero ése es el órdago que nos han lanzado.
Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo digas.
Hay que hablar a toda costa. La batalla contra el silencio la lideran los bestsellers, los estrenos de cine. Innovar, innovar, gritan.
Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego.
Me recuerda a la escena de Matrix en la que Neo se queja porque le duelen los ojos, y la respuesta de Morfeo: "Es que no los habías usado antes". Sueño que con que algún día los estudiantes universitarios salgan de Matrix y digan: "camarada, me duele el cerebro, me duelen las neuronas".
Los que de veras buscan a Dios, dentro de los santuarios se ahogan.
Y sin embargo con la excusa de dios se ocupan espacios para el regocijo ideológico de unos pocos, mientras otros no tienen techo bajo el que cobijarse. Las iglesias de piedra son un insulto para aquél que nació en un pesebre y no tenía donde reclinar la cabeza. Aun así en su nombre se levantan enormes torres de babel, torres de naipes.
El que no sabe que no sabe, es un necio; apártate de él. El que sabe que no sabe, es sencillo; instrúyelo. El que no sabe que sabe, está dormido; despiértalo. El que sabe que sabe, es sabio; síguelo.
En el primer grupo se alistan las nuevas hornadas de universitarios, porque buscan el aprobado y si no lo consiguen le reclaman al profesor, aunque sea mediante una llamada telefónica de papi al despacho del profesor para subirle la nota a su apenada hija. También los hay que se reclaman a sí mismos, pero son los menos, son los sencillos. También son pocos los que se quejan de no saber, cuando realmente sí lo saben, les falta seguridad en sí mismos. Y de los últimos, lo triste es que les han envenenado con el sentido de la propiedad privada, así que no se dejan seguir, no quieren seguidores por temor a que les roben, en el fondo no son auténticos sabios, sino acumuladores de información. Entre estos últimos hay tanto supuesto científico, de renombre, con títulos y títulos. ¡Hay tantos sabios que jamás han pasado por la universidad porque son bellos como el silencio!
En la abundancia de agua, el tonto tiene sed.
En la abundante felicidad de la vida, el triste está llorando.
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