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viernes, 23 de mayo de 2014

El opio de las empresas

¡Qué desastre!, ¡dios mío!, las ventas de coches caen, ¡qué catástrofe!, ¿cuándo irán en auxilio de estas empresas el gobierno y los clientes? Empresas que están perdiendo, debido a esta gravísima crisis, 'decenas de miles de puestos de trabajo' (eufemismo para beneficios). ¿Quién va a sacar a España adelante? Ni el huracán Katrina tuvo efectos tan devastadores como en la economía española el huracán Estafa. ¡Que alguien haga algo, por favor!

Que los sacerdotes clamen desde el púlpito la restitución de los beneficios perdidos a estas empresas, empresas que asumen cada día tantos riesgos a favor de esta ciudadanía ingrata, ¡qué sería de nosotros sin los coches para ir al trabajo, para salir de la ciudad en fin de semana, para llevar a nuestra mujer embarazada al hospital! ¡Esto es una histeria colectiva!

¡Por favor, publicistas del automóvil, uníos! Escribid un manifiesto publicista reclamando justicia y arengando a las clases populares al consumo y endeudamiento moralmente eficientes. Que no haya un ciudadano sin coche, que el Gobierno subvencione si es necesario una campaña de “un automóvil por cada recién nacido”, ya que no es admisible que a las alturas de este siglo XXI todavía los niños vayan al colegio hacinados en autobuses y transportes públicos de dudosa calidad, la época del tranvía y de las aglomeraciones del metro ya pasó, nuestros hijos merecen algo mejor, una mejor calidad de vida, ¿por qué no un coche?

¡Publicistas del mundo, uníos! Reivindicad vuestros beneficios, luchad por vuestras opciones de futuros. La ciudadanía es el opio de las empresas. El mejor alimento para las empresas son las audiencias, los clientes, el público, la masa, pero no la ciudadanía, la ciudadanía es sólo una droga que perjudica a la salud financiera de la sociedad. Un invento de filósofos retro-medievales, sin espíritu de superación, agitadores del vulgo.

Hubo un tiempo en que la clase proletaria tenía el dominio de la violencia para ejecutar la revolución social, pero aquella pesadilla por fortuna se desvaneció. Hoy el dominio es nuestro y lo ejercemos con sensatez, con diplomacia, con diálogo, con negociación. Nuestra filantropía está fuera de toda duda, sostenemos la estructura económica de un país, alimentamos hasta las ratas más inmundas que vienen en cayucos, vestimos incluso a los impíos amantes del nudismo, damos trabajo a los zanganos del sur, proporcionamos servicios de ocio para la diversión de toda la familia…

¿Hay quien pueda pedir más? ¡Sí!, ¡y nosotros lo fabricamos, lo promocionamos y te lo servimos al mejor precio!

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