La mariposa alza su vuelo de la flor amarilla, se avecina el huracán y ella lo presiente. El campo es verde, verde. El viento comienza a levantarse, rojo de ira, aunque aún transparente. El cielo se ennegrece y las nubes tiemblan en su zozobrar celeste como si fueran pateras de esperanzas antaño olvidadas. En un claro de la pradera la tierra asoma desnuda su piel, tierna y sincera. La tierra es valiente, desafiante, inquiere con su tono marrón cálido sobre el futuro del diluvio pertinaz, jamás sofocado, jamás yerto indefectiblemente, jamás ahogado…
El diluvio se obstina en su deseo de fulminar la mirada feroz de las alas abiertas de la mariposa. El diluvio se obstina, pero no podrá, aunque teatro sea la danza inmóvil de la bestia alada, aunque teatro sea su porte bélico, aunque de plástico sean sus armas. El diluvio nuevamente caerá derrotado… De súbito el zumbido eólico se torna más aguerrido, si cabe aún más aguileño. Su estulticia es imponente, trágica sinrazón de un endémico traqueteo sobre la panza del volcán irónico. El volcán hace ademán de eructar, pero es soñoliento y perezoso, su discurso es pacífico, pero el viento le penetra los poros ardientes de su piel, y a veces se siente agradecido porque le refresca la temperatura, pero la hierba del campo lo sabe, lo sabe, sabe que es una simbiosis falaz, una doblez del viento para alcanzar el éxito de su estrategia maquiavélica.
La mariposa alza su vuelo de la flor amarilla, se avecina el huracán y ella lo presiente. Suena fuerte el aire en mis entrañas. Un desierto de soledad esculpida a golpe de corcel. Corcel desbocado y a dentelladas mordiendo la intemperie. Cruel vituperio a lomos de la flaqueza. Torrentera de tulipanes de inquietud azafrán ya marchitos, ya malditos. La contienda en armas se desliza sin decoro. La espada arquea el espinazo de la aurora y refulge sobre las púas del fuego. La hoguera levita sobre el llanto. Suena fuerte el desaire en mis entrañas. Una tormenta a las puertas de la muralla. Incierta es la tregua y parca la noche que mengua, pero la lengua es hábil diplomacia, un derroche de versatilidad y congruencia, un derroche inútil. El fracaso y la inclemencia ensucian la palabra desnudándola. Futil verborrea. Ocre y esquelético balbuceo. Un gemido fetal.
El pájaro taciturno bloquea la maraña de sonrisas y eleva forzosa ventisca sobre la mirada escrutadora que indaga el abismo del infierno. La velada se avecina plena en veleidades. La mente se nubla y los aguijones se afilan. Repican las campanas. Redoblan los tambores. Azuzan los ladridos. Zumban los intestinos. Vociferan las jaurías. Copulan las hienas. Truena la bóveda. Se derriten los pétalos. Fulge el acero. Explota la tierra y las nubes se amoratan, al poco llueve sangre, llueven gotas duras como granizo, pedrizas de espanto y horror. Jirones de desconsuelo y herejía menstrual. El lupanar de la indiferencia.
Florece espléndida la mordiente traición. Amanece brillante la cálida vocecilla del rencor. Fluye la bofetada como un orgasmo y eclosiona cual mariposa la indolencia. La hierba preñada de rocío lo aborta conquistando el renovado vacío de hedónicas quimeras. Nuevos paraísos de ablación y corsés para la fantástica blasfemia de la libertad. Nuevos e ilimitados grilletes para amordazar los grutales vestigios guturales. Silencio pío y vestal. Nueva arquitectura eunuca, la forja de sinuosa columna para el abrigo y deleite de la alienación. Nueva aventura etrusca, líbida y vítrea. La explosión de regia heteronimia quiebra el molde del fugaz torbellino de un añejo pasado en convivencia. Culmina la tarea de la identidad frente al extraño. El bárbaro no es más que una versión imperfecta del perfecto Yo que lo engendró como criatura indigna. Ejército de esclavos de firme y leal voluntad. Embriones genéticamente perfectos, libres de la inoculación del virus de la identidad. Todos bajo el control único del Ser supremo, bajo su férrea caricia de paterna pilosidad erecta.
Codificada la existencia, amigo mío, tu objetivo es la anulación, registro 00000. Tu número de usuario es -0,00001 y tu clave alfanumérica es “m13rdA”. Las contraseñas para la gestión de tu buzón, así como los pins identificativos de tus conexiones estelares son archivadas en el servidor central. La memoria estándar almacena datos durante periodos de frecuencia constante equivalente a la rotación de tus órbitas oculares. La senda de tu expansión sináptica se acota bajo un algoritmo de entrada y otro de salida, cancelando los impulsos discontinuos. Pulsando “obey” se activan todos los controles de producción en serie. Los márgenes de errores se computan según distribuciones de probabilidad normal tipificadas. Los intervalos de seguridad actualizan la señal mediante nodos apareados en elipses por la izquierda. Los fallos de programación activan secuencias cíclicas de reseteo, compilando en carpetas de programación los patrones de comportamiento defectuosos que serán analizados y reestructurados en versiones subsiguientes de tu propia serie. Si aceptas las condiciones pulsa “continuar”.
¡Ahora puedes elegir! ¡La libertad es tuya! Hay cadenas de todos los colores. Maravillosas tonalidades azules, espumosos verdes, rugosos magentas. Líneas cálidas que combinan con tacones de punta alzada y barbilla oblicua semihorizontal.
El diluvio se obstina en su deseo de fulminar la mirada feroz de las alas abiertas de la mariposa. El diluvio se obstina, pero no podrá, aunque teatro sea la danza inmóvil de la bestia alada, aunque teatro sea su porte bélico, aunque de plástico sean sus armas. El diluvio nuevamente caerá derrotado… De súbito el zumbido eólico se torna más aguerrido, si cabe aún más aguileño. Su estulticia es imponente, trágica sinrazón de un endémico traqueteo sobre la panza del volcán irónico. El volcán hace ademán de eructar, pero es soñoliento y perezoso, su discurso es pacífico, pero el viento le penetra los poros ardientes de su piel, y a veces se siente agradecido porque le refresca la temperatura, pero la hierba del campo lo sabe, lo sabe, sabe que es una simbiosis falaz, una doblez del viento para alcanzar el éxito de su estrategia maquiavélica.
La mariposa alza su vuelo de la flor amarilla, se avecina el huracán y ella lo presiente. Suena fuerte el aire en mis entrañas. Un desierto de soledad esculpida a golpe de corcel. Corcel desbocado y a dentelladas mordiendo la intemperie. Cruel vituperio a lomos de la flaqueza. Torrentera de tulipanes de inquietud azafrán ya marchitos, ya malditos. La contienda en armas se desliza sin decoro. La espada arquea el espinazo de la aurora y refulge sobre las púas del fuego. La hoguera levita sobre el llanto. Suena fuerte el desaire en mis entrañas. Una tormenta a las puertas de la muralla. Incierta es la tregua y parca la noche que mengua, pero la lengua es hábil diplomacia, un derroche de versatilidad y congruencia, un derroche inútil. El fracaso y la inclemencia ensucian la palabra desnudándola. Futil verborrea. Ocre y esquelético balbuceo. Un gemido fetal.
El pájaro taciturno bloquea la maraña de sonrisas y eleva forzosa ventisca sobre la mirada escrutadora que indaga el abismo del infierno. La velada se avecina plena en veleidades. La mente se nubla y los aguijones se afilan. Repican las campanas. Redoblan los tambores. Azuzan los ladridos. Zumban los intestinos. Vociferan las jaurías. Copulan las hienas. Truena la bóveda. Se derriten los pétalos. Fulge el acero. Explota la tierra y las nubes se amoratan, al poco llueve sangre, llueven gotas duras como granizo, pedrizas de espanto y horror. Jirones de desconsuelo y herejía menstrual. El lupanar de la indiferencia.
Florece espléndida la mordiente traición. Amanece brillante la cálida vocecilla del rencor. Fluye la bofetada como un orgasmo y eclosiona cual mariposa la indolencia. La hierba preñada de rocío lo aborta conquistando el renovado vacío de hedónicas quimeras. Nuevos paraísos de ablación y corsés para la fantástica blasfemia de la libertad. Nuevos e ilimitados grilletes para amordazar los grutales vestigios guturales. Silencio pío y vestal. Nueva arquitectura eunuca, la forja de sinuosa columna para el abrigo y deleite de la alienación. Nueva aventura etrusca, líbida y vítrea. La explosión de regia heteronimia quiebra el molde del fugaz torbellino de un añejo pasado en convivencia. Culmina la tarea de la identidad frente al extraño. El bárbaro no es más que una versión imperfecta del perfecto Yo que lo engendró como criatura indigna. Ejército de esclavos de firme y leal voluntad. Embriones genéticamente perfectos, libres de la inoculación del virus de la identidad. Todos bajo el control único del Ser supremo, bajo su férrea caricia de paterna pilosidad erecta.
Codificada la existencia, amigo mío, tu objetivo es la anulación, registro 00000. Tu número de usuario es -0,00001 y tu clave alfanumérica es “m13rdA”. Las contraseñas para la gestión de tu buzón, así como los pins identificativos de tus conexiones estelares son archivadas en el servidor central. La memoria estándar almacena datos durante periodos de frecuencia constante equivalente a la rotación de tus órbitas oculares. La senda de tu expansión sináptica se acota bajo un algoritmo de entrada y otro de salida, cancelando los impulsos discontinuos. Pulsando “obey” se activan todos los controles de producción en serie. Los márgenes de errores se computan según distribuciones de probabilidad normal tipificadas. Los intervalos de seguridad actualizan la señal mediante nodos apareados en elipses por la izquierda. Los fallos de programación activan secuencias cíclicas de reseteo, compilando en carpetas de programación los patrones de comportamiento defectuosos que serán analizados y reestructurados en versiones subsiguientes de tu propia serie. Si aceptas las condiciones pulsa “continuar”.
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